The Mental Paranoia
Capitulo 1-Invisibles
El día
transcurría lentamente, me encontraba sentada en el parque de mi casa, en unas
escaleras amarillas de tres escalones con barandales a los costados azules y
una piscina atrás de mí, del mismo color que el barandal. Miraba al cielo en
busca de un milagro de algo que pudiera sacarme de todos estos pensamientos,
oscuros, bonitos, trágicos, confusos y sobretodo raros, Algo por ejemplo la
muerte o simplemente una estrella fugaz, aunque claro…era de día. ¿Podria yo
decir que algún dia me encontraría a mi misma? ¿O que en algún momento me
encontraría con esa luz o esa persona que me encarrile en mi camino? ¿De qué
forma yo podría sostenerme de pie, mantener mi mente en blanco y no caer en la
locura?... Me persigo en pensamientos, en preguntas sin respuestas, sigo
recordando cuando todo podía llegar a ser aun más tranquilo…a quien engaño…
nunca nada fue tranquilo, pongo los ojos en blanco y al mirar al frente mis
pensamientos se ven interrumpidos.
-Ama, Se
encuentra bien? —Me dice
de forma calmada, sumisa y sonriente—
Palidezco un
poco por el susto que me había pegado, pero solo era Olivia, mi "sirvienta"
iba vestida con su traje habitual, un
vestido corto y verde oscuro hasta unos centímetros más arriba de las rodillas
suelto al parecer cómodo y ligero, de mangas cortas, colgado, un delantal
blanco pequeño en la parte delantera de la cintura, en la cabeza llevaba un
lazo dejando su pelo marrón oscuro a la vista. Su cabello era algo corto pero
no lo suficiente, aun por lo visto podía hacerse una coleta, llevaba su
flequillo recto como de costumbre liberando a los costados de su rostro dos
mechones de pelo caídos en perfecto estado, Sus ojos verdes oscuros brillaban a
medida que el viento acariciaba su cara, en cambio yo… los míos no brillaban
eran marrones oscuros casi negros, no demostraban ningún brillo alguno, mi pelo
largo hasta la cintura alborotado llegaba hasta mi cara, aun asi podía decirle.
-Estoy bien
Olivia… no te preocupes. —Le digo secamente poniéndome un mechon de pelo detrás
de la oreja—
-Hace días
que la voy notando rara. —Se sienta a mi lado, su expresión sonriente no
cambiaba, era indescifrable lo que ella pensaba—
Miro al piso
y abro un poco los labios apunto de liberar unas palabras de mi boca hacia
ella, pero cuando estaba por hacerlo, alguien abre la puerta de la casa. Ambas
miramos al mismo tiempo en busca de una cara.
-¡Leah!,
Vamos a almorzar! —Dice mi abuela Isabel de pelo muy corto rulos algo mal
armados de pelo rubio teñido, ojos marrones que con la edad parecían celestes y
gafas circulares rojas con una cadena del mismo color algo moderna para su
edad, como siempre con su voz alta y fuerte, un poco dominante—
-Bueno, ya
voy. –Miro por un segundo a Olivia, quien me sonríe y asiente con la cabeza
como despidiéndose por el momento—
Al entrar a
la casa por la puerta blanca pintada hace unos días lo primero que veo es a mi
por el reflejo de un aparador marrón antiguo con sus vidrios abiertos, platos y
vasos dentro y lo demás «Tazas de café, vasos plásticos, bandejas»
completamente desordenado. Me miro un momento, mi remera gris cuyo estampado
negro decía “Mafasta Style T.Shirt ;) “ todo en columnas, el guiño era de una
cara redonda sonriente amarilla ojos negros, lo único que llevaba color.
Realmente me avergonzaba de esa remera pero era ligeramente suelta, Al igual
que mi pantalón de gimnasia azul, lo único lindo por asi decir eran mis
zapatillas converse negras. Increíble que este ese vidrio reflejara todo de mi,
toda esa vergüenza. A veces odio mirarme al espejo pero ahora solo lo hice por
mera curiosidad de ver cómo me veía, de ver mi cara de confusión y a la vez de
temor y nervios.
La sala era
de color blanco grande pero no muy espacioso, el aparador en una esquina, una
mesa como para 8 personas –si se la abría– de color miel con sillas negras y
asiento rojo –nada combinable– , a su costado una mesa redonda marrón oscuro,
con sillas de color naranjas con negro –un poco combinable–. Al frente la
televisión un poco grande no tengo idea de cuantas pulgadas, a los costados de
las paredes en la parte izquierda se ubicaba un sillón negro amplio con
almohadones cuadrados del mismo color y textura de cuero para 3 personas –algo
incomodo–, En la parte derecha estaba un sillón de forma recta en el espaldar,
textura también parecida al cuero, de color gris restaurado y muy incomodo,
solo es para 2 personas. Enfrente de este, estaba un lavarropas blanco
inmensamente grande, junto a él una pileta de lavar platos algo antigua y mal cuidada,
bajo ella se encontraba el caño que facilitaba el paso del agua hacia la calle.
Me siento en
una de las sillas naranjas frente a la mesa redonda y mi abuela me sirve un
plato de estofado con carne y papas, mas ese tuco delicioso rojo que suele preparar
una abuela, miro a un costado y por reflejo propio, veo a Olivia sentada en el
sillón negro. – ¿cómo llego ahí? – La miro de una forma que solo ella
entendería.
-¿Disfruta
su comida? –sonríe mirándome, los ojos se le achican al sonreír, viéndose agradable–
No respondo,
mi abuela me mira extrañada.
-¿Vas a
comer o qué?
-Sí. –casi
no sonrió y sigo comiendo–
-¿Con quién
hablabas afuera? –me mira fijamente, mientras que yo al mismo tiempo la miro
sorprendida con los ojos bastante abiertos–
-¿Qué? Con
nadie.
-Pareciera
que estuvieses hablando con alguien.
-No,
seguramente estaba pensando en voz alta. No me molestes.
-Qué actitud
más asquerosa.
–Tiene
razón, dice mi subconsciente en tono enojado–
Luego de
almorzar, me levanto llevo mi plato al lavado, al voltear puedo sentir una
punzada en mi pecho, era un susto.
-¡HEY!
–intento retroceder pero solo choco contra la mesada-
-Ama,
discúlpeme ¿la asuste? –sonríe de forma amigable-
- s-si un
poco –miro a un costado hablando ligeramente despacio y me voy hacia donde mis
ojos miraban alejándome de ella-
-El día
luego de eso transcurre completamente normal, ayudar a mi madre, discutir con
mi hermano y hablar con mi abuela, también alimentando a mis mascotas, ya
llegada la hora tenía que acostarme; mañana tendría colegio, en parte no
deseaba descansar… dicen que el mal no descansa y por eso… yo no debía hacerlo-
Entre a mi
habitación, oscura, fría, tétrica, un armario gigante repleto de ropa que no
uso, al lado había una silla blanca vacía y junto a ella mi cama cucheta azul
las cobijas de la cama de arriba eran azules, las de mi cama eran negras y
blanco con pelo sintético, en el piso había una alfombra verde con sombras de
personas saltando, las ventanas tenían por el exterior rejas, por el interior
cortinas purpuras, mis paredes eran color rosa claro, pero en la parte del
techo algo negro las bañaba… humedad, luego en una mesita de noche marrón había
muchos peluches con polvo…eso causaba mi alergia, la puerta de mi habitación
era marrón sin picaporte incluso se veía antigua y sin vida, como todo dentro
de ella.
Me acosté
deseando, queriendo y evitando no ver nada, pero la suerte siempre me juega en
contra… esta vez no sería la primera ni la ultima, sería una como tantas veces.
¿Por qué? Porque yo ya podía verlo… podía ver a Oliver, su silueta, su persona,
su ser, su sombra, su dolor… él se encontraba igual que siempre, con su
gabardina negra, sus botas negras de cuero y cordones negros, sus jeans azules
oscuros descolorados, su cabello rubio ceniza con sus raíces negras junto con
algunos mechones, dios… y también sus ojos color miel oscuros…sin vida… sin
olvidar mencionar su rostro con cortaduras, igualmente pocas se veían, eran
tapadas por su pelo, el era realmente deprimente; pero yo no podía hacer nada,
solo entrar en un pánico interno de no poder reaccionar, ya que cuando lo hice
los labios morados de Oliver parecían estar pegados… el no respondía a nada,
solo miraba al piso o a mi pero nada avanzaba, el solo se quedaba en ese
estado…paralizado como si algo lo asustase, como si temiera de que algo pasase,
como si el tiempo ya no fuera nada para él, como si yo no existiese, como si
el… estuviese solo. El hecho de que yo supiese su nombre, es porque una de mis
segundas alucinaciones me lo dijo.
-Reaccione
luego de unos minutos y opte por solo sentarme en la cama, luego de unos
minutos más, lo mire y abrí lentamente mi boca-
-Oliver…
¿estás bien? –dije despacio para que mi madre Elizabeth no escuchase, ya que
ella tenía sus oídos muy avanzados, podía escuchar lo que sea pero nada al
estilo paranormal-
No contesto
nada.
-Si no vas a
contestar entonces quiero que te vayas. –dije con voz insegura y a la vez
firme, temiendo de algo, pero no paso nada, solo se levanto y desapareció en uno
de los rincones oscuros, yo hice lo mismo pero solo desaparecí en la oscuridad que
mostraban mis ojos al cerrarse-
Realmente
quiero que esto se detenga, ya no quiero ver más a nadie, ya quiero dejar de
alucinar, esto me consume… las luces titilan, un hombre de color negro con sus
ojos blancos y pupila negra grita, llora, y se agarra de la cara, mientras su
traje negro formal se arruga. A un costado la veo a ella…Fatima mi primera alucinación estaba
tomando con sus dos manos la palanca de la luz, mientras que en la cara
mantiene una máscara blanca con dos agujeros negros que podían mostrar sus ojos
negros y con lagrimas, ella ya no brillaba como la primera vez, su camisón
blanco estaba manchado por tierra y sangre propia de ella que salía de sus
manos. Miro a todos lados donde la oscuridad no cegara mis ojos intentando
ubicar donde estaba, mientras un profundo miedo a la muerte llenaba mi pecho,
el lugar era un supermercado, afuera se veían autos negros, los estantes estaban
casi vacios, y aquel hombre de color… iba derritiéndose a medida que la
oscuridad lo tapaba. Me tomo de la cabeza, grito.
-¡NO LO
HAGAS! –Fatima ríe, apaga las luces y lo último que veo a medida que ella se
perdía en la oscuridad, es su vestido moverse de lado a lado, recordando por
partes su cara; mejor decir su máscara acercándose a mi lentamente y
dolorosamente a medida que me desvanecía y finalmente moria-
Despierto,
estoy sudada y llorando. Mierda, hoy también tengo escuela. Aparto mis lágrimas
de mis ojos y me siento en la cama, no puede ser, el otra vez. William, el
maldito estricto, el palido y serio pero con mucha vida, mi segunda
alucinación, vestido con su ropa de siempre, camisa a cuadros abrochada con
botones diminutos blancos en las muñecas, remera negra sin estampa simple,
pantalones oscuros, su pelo negro y lizo, sus ojos azules- a veces negros -, o
será que nunca puedo verlo de cerca, realmente no veo el color. En sus manos un
anillo plateado, con algo circular de adorno lleva letras doradas chiquitas,
pero no logro ver que dicen, supongo que jamás lo voy a lograr.
-Fijate si
tu ropa para el colegio esta seca, acordate que ayer la lavaste… sería mejor
que la planches. –me dice mirándome-
-si. –refriego
mi ojo-
-Levantate,
las cosas se ponen peor si te quedas sentada… -lo escucho y para no volver a
tener que oir esa frase por milésima vez, opto por hacerle caso, preparar mi
ropa y vestirme-
Otro día
nuevo, otro día asqueroso, otro día en la escuela donde lo único que me anima
es mi mejor amiga Flhya, ella es como mi hermana, en algún momento de mi vida
ella fue mi aire, no podía estar muchas veces conmigo, su presencia no estaba,
pero de alguna forma su alma si lo estaba, yo con ella podía y puedo sentirme
cálida, es la única razón por la cual voy a la escuela. Se torna asqueroso,
llegar y notar que todos te ignoran, sentir ese desprecio que ellos liberan de
su cuerpo como si fuese sudor, llegar y cada vez que se necesita hacer trabajos
en grupos ver como los profesores ponen cara de lastima y vergüenza cuando
nosotras quedamos solas. Por eso me molesta, me molesta que deba ir con miedo a
que algo malo ocurra, como tener que hablar con alguno de ellos, me molesta que
a la vez finjan querer acercarse cuando hasta ellos mismos saben que con nosotras
podrían hasta llegar a pasar vergüenza… podrían hasta poder quedar solos. En
fin, todo es soportable… a veces. Pero mientras… para ignorar un poco la
realidad con Flhya optamos por hablar de historias, un hobbie mio y de ella,
las historias para nosotras o por lo menos para mi son como una de las venas
del corazón… me trasmiten sangre, tranquilidad, y mucha vida, desde que tengo 7
años las empecé a escribir y a los 5 las imagine, imagine a cada uno de ellos,
a cada personaje, cada paisaje, cada escenario, cada dialogo, imagine, vi, y
cree aquel único mundo que podría salvarme cuando yo este mal. Flhya, Las
historias y la compañía de mi prima Nicole, hacían que la escuela tan solo sea
un segundo más de mi vida.
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