lunes, 24 de marzo de 2014

The Mental Paranoia - Capitulo 1 - Invisibles

The Mental Paranoia

Capitulo 1-Invisibles



El día transcurría lentamente, me encontraba sentada en el parque de mi casa, en unas escaleras amarillas de tres escalones con barandales a los costados azules y una piscina atrás de mí, del mismo color que el barandal. Miraba al cielo en busca de un milagro de algo que pudiera sacarme de todos estos pensamientos, oscuros, bonitos, trágicos, confusos y sobretodo raros, Algo por ejemplo la muerte o simplemente una estrella fugaz, aunque claro…era de día. ¿Podria yo decir que algún dia me encontraría a mi misma? ¿O que en algún momento me encontraría con esa luz o esa persona que me encarrile en mi camino? ¿De qué forma yo podría sostenerme de pie, mantener mi mente en blanco y no caer en la locura?... Me persigo en pensamientos, en preguntas sin respuestas, sigo recordando cuando todo podía llegar a ser aun más tranquilo…a quien engaño… nunca nada fue tranquilo, pongo los ojos en blanco y al mirar al frente mis pensamientos se ven interrumpidos.
-Ama, Se encuentra bien? Me dice de forma calmada, sumisa y sonriente
Palidezco un poco por el susto que me había pegado, pero solo era Olivia, mi "sirvienta" iba  vestida con su traje habitual, un vestido corto y verde oscuro hasta unos centímetros más arriba de las rodillas suelto al parecer cómodo y ligero, de mangas cortas, colgado, un delantal blanco pequeño en la parte delantera de la cintura, en la cabeza llevaba un lazo dejando su pelo marrón oscuro a la vista. Su cabello era algo corto pero no lo suficiente, aun por lo visto podía hacerse una coleta, llevaba su flequillo recto como de costumbre liberando a los costados de su rostro dos mechones de pelo caídos en perfecto estado, Sus ojos verdes oscuros brillaban a medida que el viento acariciaba su cara, en cambio yo… los míos no brillaban eran marrones oscuros casi negros, no demostraban ningún brillo alguno, mi pelo largo hasta la cintura alborotado llegaba hasta mi cara, aun asi podía decirle.
-Estoy bien Olivia… no te preocupes. —Le digo secamente poniéndome un mechon de pelo detrás de la oreja—
-Hace días que la voy notando rara. —Se sienta a mi lado, su expresión sonriente no cambiaba, era indescifrable lo que ella pensaba—
Miro al piso y abro un poco los labios apunto de liberar unas palabras de mi boca hacia ella, pero cuando estaba por hacerlo, alguien abre la puerta de la casa. Ambas miramos al mismo tiempo en busca de una cara.
-¡Leah!, Vamos a almorzar! —Dice mi abuela Isabel de pelo muy corto rulos algo mal armados de pelo rubio teñido, ojos marrones que con la edad parecían celestes y gafas circulares rojas con una cadena del mismo color algo moderna para su edad, como siempre con su voz alta y fuerte, un poco dominante—
-Bueno, ya voy. –Miro por un segundo a Olivia, quien me sonríe y asiente con la cabeza como despidiéndose por el momento
Al entrar a la casa por la puerta blanca pintada hace unos días lo primero que veo es a mi por el reflejo de un aparador marrón antiguo con sus vidrios abiertos, platos y vasos dentro y lo demás «Tazas de café, vasos plásticos, bandejas» completamente desordenado. Me miro un momento, mi remera gris cuyo estampado negro decía “Mafasta Style T.Shirt ;) “ todo en columnas, el guiño era de una cara redonda sonriente amarilla ojos negros, lo único que llevaba color. Realmente me avergonzaba de esa remera pero era ligeramente suelta, Al igual que mi pantalón de gimnasia azul, lo único lindo por asi decir eran mis zapatillas converse negras. Increíble que este ese vidrio reflejara todo de mi, toda esa vergüenza. A veces odio mirarme al espejo pero ahora solo lo hice por mera curiosidad de ver cómo me veía, de ver mi cara de confusión y a la vez de temor y nervios.
La sala era de color blanco grande pero no muy espacioso, el aparador en una esquina, una mesa como para 8 personas –si se la abría– de color miel con sillas negras y asiento rojo –nada combinable– , a su costado una mesa redonda marrón oscuro, con sillas de color naranjas con negro –un poco combinable–. Al frente la televisión un poco grande no tengo idea de cuantas pulgadas, a los costados de las paredes en la parte izquierda se ubicaba un sillón negro amplio con almohadones cuadrados del mismo color y textura de cuero para 3 personas –algo incomodo–, En la parte derecha estaba un sillón de forma recta en el espaldar, textura también parecida al cuero, de color gris restaurado y muy incomodo, solo es para 2 personas. Enfrente de este, estaba un lavarropas blanco inmensamente grande, junto a él una pileta de lavar platos algo antigua y mal cuidada, bajo ella se encontraba el caño que facilitaba el paso del agua hacia la calle.
Me siento en una de las sillas naranjas frente a la mesa redonda y mi abuela me sirve un plato de estofado con carne y papas, mas ese tuco delicioso rojo que suele preparar una abuela, miro a un costado y por reflejo propio, veo a Olivia sentada en el sillón negro. – ¿cómo llego ahí? – La miro de una forma que solo ella entendería.
-¿Disfruta su comida? –sonríe mirándome, los ojos se le achican al sonreír, viéndose agradable–
No respondo, mi abuela me mira extrañada.
-¿Vas a comer o qué?
-Sí. –casi no sonrió y sigo comiendo–
-¿Con quién hablabas afuera? –me mira fijamente, mientras que yo al mismo tiempo la miro sorprendida con los ojos bastante abiertos–
-¿Qué? Con nadie.
-Pareciera que estuvieses hablando con alguien.
-No, seguramente estaba pensando en voz alta. No me molestes.
-Qué actitud más asquerosa.
–Tiene razón, dice mi subconsciente en tono enojado–
Luego de almorzar, me levanto llevo mi plato al lavado, al voltear puedo sentir una punzada en mi pecho, era un susto.
-¡HEY! –intento retroceder pero solo choco contra la mesada-
-Ama, discúlpeme ¿la asuste? –sonríe de forma amigable-
- s-si un poco –miro a un costado hablando ligeramente despacio y me voy hacia donde mis ojos miraban alejándome de ella-
-El día luego de eso transcurre completamente normal, ayudar a mi madre, discutir con mi hermano y hablar con mi abuela, también alimentando a mis mascotas, ya llegada la hora tenía que acostarme; mañana tendría colegio, en parte no deseaba descansar… dicen que el mal no descansa y por eso… yo no debía hacerlo-
Entre a mi habitación, oscura, fría, tétrica, un armario gigante repleto de ropa que no uso, al lado había una silla blanca vacía y junto a ella mi cama cucheta azul las cobijas de la cama de arriba eran azules, las de mi cama eran negras y blanco con pelo sintético, en el piso había una alfombra verde con sombras de personas saltando, las ventanas tenían por el exterior rejas, por el interior cortinas purpuras, mis paredes eran color rosa claro, pero en la parte del techo algo negro las bañaba… humedad, luego en una mesita de noche marrón había muchos peluches con polvo…eso causaba mi alergia, la puerta de mi habitación era marrón sin picaporte incluso se veía antigua y sin vida, como todo dentro de ella.
Me acosté deseando, queriendo y evitando no ver nada, pero la suerte siempre me juega en contra… esta vez no sería la primera ni la ultima, sería una como tantas veces. ¿Por qué? Porque yo ya podía verlo… podía ver a Oliver, su silueta, su persona, su ser, su sombra, su dolor… él se encontraba igual que siempre, con su gabardina negra, sus botas negras de cuero y cordones negros, sus jeans azules oscuros descolorados, su cabello rubio ceniza con sus raíces negras junto con algunos mechones, dios… y también sus ojos color miel oscuros…sin vida… sin olvidar mencionar su rostro con cortaduras, igualmente pocas se veían, eran tapadas por su pelo, el era realmente deprimente; pero yo no podía hacer nada, solo entrar en un pánico interno de no poder reaccionar, ya que cuando lo hice los labios morados de Oliver parecían estar pegados… el no respondía a nada, solo miraba al piso o a mi pero nada avanzaba, el solo se quedaba en ese estado…paralizado como si algo lo asustase, como si temiera de que algo pasase, como si el tiempo ya no fuera nada para él, como si yo no existiese, como si el… estuviese solo. El hecho de que yo supiese su nombre, es porque una de mis segundas alucinaciones me lo dijo.
-Reaccione luego de unos minutos y opte por solo sentarme en la cama, luego de unos minutos más, lo mire y abrí lentamente mi boca-
-Oliver… ¿estás bien? –dije despacio para que mi madre Elizabeth no escuchase, ya que ella tenía sus oídos muy avanzados, podía escuchar lo que sea pero nada al estilo paranormal-
No contesto nada.
-Si no vas a contestar entonces quiero que te vayas. –dije con voz insegura y a la vez firme, temiendo de algo, pero no paso nada, solo se levanto y desapareció en uno de los rincones oscuros, yo hice lo mismo pero solo desaparecí en la oscuridad que mostraban mis ojos al cerrarse-
Realmente quiero que esto se detenga, ya no quiero ver más a nadie, ya quiero dejar de alucinar, esto me consume… las luces titilan, un hombre de color negro con sus ojos blancos y pupila negra grita, llora, y se agarra de la cara, mientras su traje negro formal se arruga. A un costado la veo a  ella…Fatima mi primera alucinación estaba tomando con sus dos manos la palanca de la luz, mientras que en la cara mantiene una máscara blanca con dos agujeros negros que podían mostrar sus ojos negros y con lagrimas, ella ya no brillaba como la primera vez, su camisón blanco estaba manchado por tierra y sangre propia de ella que salía de sus manos. Miro a todos lados donde la oscuridad no cegara mis ojos intentando ubicar donde estaba, mientras un profundo miedo a la muerte llenaba mi pecho, el lugar era un supermercado, afuera se veían autos negros, los estantes estaban casi vacios, y aquel hombre de color… iba derritiéndose a medida que la oscuridad lo tapaba. Me tomo de la cabeza, grito.
-¡NO LO HAGAS! –Fatima ríe, apaga las luces y lo último que veo a medida que ella se perdía en la oscuridad, es su vestido moverse de lado a lado, recordando por partes su cara; mejor decir su máscara acercándose a mi lentamente y dolorosamente a medida que me desvanecía y finalmente moria-
Despierto, estoy sudada y llorando. Mierda, hoy también tengo escuela. Aparto mis lágrimas de mis ojos y me siento en la cama, no puede ser, el otra vez. William, el maldito estricto, el palido y serio pero con mucha vida, mi segunda alucinación, vestido con su ropa de siempre, camisa a cuadros abrochada con botones diminutos blancos en las muñecas, remera negra sin estampa simple, pantalones oscuros, su pelo negro y lizo, sus ojos azules- a veces negros -, o será que nunca puedo verlo de cerca, realmente no veo el color. En sus manos un anillo plateado, con algo circular de adorno lleva letras doradas chiquitas, pero no logro ver que dicen, supongo que jamás lo voy a lograr.
-Fijate si tu ropa para el colegio esta seca, acordate que ayer la lavaste… sería mejor que la planches. –me dice mirándome-
-si. –refriego mi ojo-
-Levantate, las cosas se ponen peor si te quedas sentada… -lo escucho y para no volver a tener que oir esa frase por milésima vez, opto por hacerle caso, preparar mi ropa y vestirme-
Otro día nuevo, otro día asqueroso, otro día en la escuela donde lo único que me anima es mi mejor amiga Flhya, ella es como mi hermana, en algún momento de mi vida ella fue mi aire, no podía estar muchas veces conmigo, su presencia no estaba, pero de alguna forma su alma si lo estaba, yo con ella podía y puedo sentirme cálida, es la única razón por la cual voy a la escuela. Se torna asqueroso, llegar y notar que todos te ignoran, sentir ese desprecio que ellos liberan de su cuerpo como si fuese sudor, llegar y cada vez que se necesita hacer trabajos en grupos ver como los profesores ponen cara de lastima y vergüenza cuando nosotras quedamos solas. Por eso me molesta, me molesta que deba ir con miedo a que algo malo ocurra, como tener que hablar con alguno de ellos, me molesta que a la vez finjan querer acercarse cuando hasta ellos mismos saben que con nosotras podrían hasta llegar a pasar vergüenza… podrían hasta poder quedar solos. En fin, todo es soportable… a veces. Pero mientras… para ignorar un poco la realidad con Flhya optamos por hablar de historias, un hobbie mio y de ella, las historias para nosotras o por lo menos para mi son como una de las venas del corazón… me trasmiten sangre, tranquilidad, y mucha vida, desde que tengo 7 años las empecé a escribir y a los 5 las imagine, imagine a cada uno de ellos, a cada personaje, cada paisaje, cada escenario, cada dialogo, imagine, vi, y cree aquel único mundo que podría salvarme cuando yo este mal. Flhya, Las historias y la compañía de mi prima Nicole, hacían que la escuela tan solo sea un segundo más de mi vida.